De hecho, está ya bien documentado que los egipcios y los mayas, las culturas más importantes de África y Mesoamérica, respectivamente, tienen similitudes más allá de las pirámides y sus calendarios exactos, símbolos de su evolución plasmados en monumentos.
El egiptólogo español José Ramón Pérez Accino explicó que, aunque estos son los elementos más visibles de su coincidencia, en el caso de las pirámides, pese a la similitud en sus formas, ni siquiera representan el parecido más significativo, pues otras civilizaciones también las erigieron.
Sin ir más lejos, en México la cultura tolteca y teotihuacana fueron buenos ejemplos de constructores de pirámides, mientras que los chinos alzaron enormes templos que cumplieron una función religiosa.
Para este egiptólogo, existen varios paralelismos entre ambas civilizaciones, pero es "descabellado" pensar que hubo contacto entre ellas, debido a la lejanía geográfica en que florecieron y a que no fueron contemporáneas en su período de mayor auge.
Entre las principales similitudes mencionó la estructura de su escritura jeroglífica, los conocimientos matemáticos y astronómicos, la vida económica, la explotación de la tierra y la forma en que ambas se disolvieron absorbidas por el surgimiento y llegada de otros pueblos.
"En ambos casos pertenecen a realidades culturalmente sesgadas, por la conquista española en caso de los mayas y por la conquista grecorromana y la llegada posterior del mundo islámico en el caso de los egipcios", dijo. "Pirámides, pirámides (en el concepto egipcio) existen pocas en América", afirmó, ya que la gran mayoría de estos enormes edificios americanos fueron superposiciones de estructuras que van decreciendo conforme avanzan en altura.
Además, tampoco fueron monumentos mortuorios en estricto rigor, a pesar de que en algunas fases de construcción se han encontrado momias dentro de algunas.
La excepción es la tumba de Pakal II, uno de los últimos gobernantes de la ciudad maya de Palenque (al sur de Chiapas), sobre la cual fue construida, a manera de gran túmulo funerario, la Pirámide de las Inscripciones.
Cuando se descubrió en 1952 fue un gran acontecimiento, porque ocurrió tan sólo 30 años después del hallazgo de la tumba de Tutankamon, y se pensó que era "el equivalente americano" de éste. "Pero pertenecen a mundos distintos y el significado de las ofrendas no tiene por qué ser parecido", aclara el especialista. En el caso egipcio, las ofrendas fueron para alimentar la memoria del muerto a través de ritos que presumiblemente incluyeron sacrificios humanos, al igual que los mayas.
Sin embargo, las víctimas egipcias siempre fueron "culpables" de delitos o de rebelarse contra el monarca, quien aparece representado eliminando el mal del mundo.
Los mayas, en contraste, sacrificaron a prisioneros de guerra, aunque no fueron tan sanguinarios como los mexicas (aztecas).
Las castas tienen cierto parecido. En ambos casos los sacerdotes fueron los que tenían el poder. En los egipcios, además, el monarca era dios y en las dos culturas las clases bajas fueron eminentemente campesinas, aunque "no está tan clara" la esclavitud en Egipto.
Pérez Accino sostiene que, pese a las diferencias y similitudes, lo que ambas culturas dejan al mundo moderno es una gran lección. "La sociedad humana está constantemente cambiando. Hay muy pocas civilizaciones antiguas que están asentadas en países que son poderosos hoy día, pero eso lo único que nos dice es que los países que tiene poder hoy, un día tendrán menos".
POLO DE ATRACCIÓN
Lo cierto es que las pirámides siguen siendo un poderoso punto de atracción para miles de visitantes y también para otros tantos que siguen cumpliendo con viejas tradiciones relacionadas con estas construcciones. Por ejemplo, se calcula que alrededor de millón y medio de mexicanos reciben cada año la primavera en los numerosos recintos arqueológicos de su país siguiendo una vieja tradición que pretende alejar las "malas vibraciones".
Desde el amanecer, miles de personas se concentran en las pirámides del Sol y la Luna, en Teotihuacán, centro de México, vestidos de blanco y con cintas rojas en la cabeza para cargarse de energía. La jornada transcurre en entre ritos indígenas, cánticos, danzas y ofrendas ante la mirada de miles de curiosos. En Tlaxcala, centro del país, miles de personas se concentran asimismo en la pirámide de Las Flores, considerada una de las más antiguas de Mesoamérica, para vivir un ceremonial bautizado como "El regreso de los dioses". Ceremonias similares se repiten en otros centros arqueológicos, como Chichen Itzá (Quintana Roo); Palenque (Chiapas) o El Tajín, en Veracruz, donde miles de personas participan cada año en el festival organizado para recibir la primavera.