Cuando un electrón y un positrón se encuentran y se
destruyen, dos fotones, A y B, parten en direcciones opuestas.
Independientemente de la distancia que los separe, los dos fotones siguen
correlacionados en el sentido de que determinadas propiedades deben tener
valores opuestos. Si se mide A para la propiedad x, su paquete de ondas se
colapsa y x adquiere el valor, digamos, +1, el valor correspondiente para B se
sabe inmediatamente que es - 1, aun cuando no se haya medido B. Al medir A
parece inferirse, de algún misterioso modo, el colapso del paquete de ondas de
B "aun cuando A y B no guarden ninguna relación causal en absoluto".
Einstein pensó durante toda su vida que debían existir
variables locales ocultas que explicaran racionalmente la aparente paradoja. Y
sin embargo...
"Ninguna variable local oculta puede explicar las
correlaciones que se dan en la paradoja EPR, lo que deja abierta la
posibilidad, aun cuando las separen años luz, de que las partículas permanezcan
conectadas por un nivel subcuántico no local que nadie conoce". (John S.
Bell, 1965)
El físico John S. Bell demostró que lo que Einstein y sus
colegas tomaron como paradoja podía demostrarse científicamente.
EL TEOREMA DE BELL
El Teorema de Bell prueba la conexión-correlación entre
sistemas no relacionados causalmente. Bell aduce que mientras la separación en
el tiempo o en el espacio son "reales" en ciertos contextos, dicha
separación es "irreal" o carece de importancia en la mecánica
cuántica.
Imagínese una fuente que emite dos corrientes de fotones (o
rayos de luz, para entenderlo mejor), fotones que son interceptados por dos instrumentos:
A y B
Estos instrumentos pueden estar todo lo lejos que se quiera
entre sí, incluso hallarse emplazados en puntos opuestos del universo. Por
simple aplicación de leyes aceptadas de la mecánica cuántica, Bell demuestra
que cualquier propiedad de las partículas que se mida en el instrumento A,
provocará, simultáneamente, una medición matemáticamente complementaria en el
instrumento B. Lo asombroso del caso viene cuando nos damos cuenta de que eso
significa que cada fotón sabe la medición a la que está siendo sometido el otro
fotón, y lo sabe instantáneamente.
Bell prueba que este tipo de relación no-local debe darse
tanto en separaciones espaciales como en separaciones temporales. Todo parece
indicar que "cierta energía" es la causante de esta correlación
simultánea de conocimiento, pero en física no se conoce una energía que pueda
moverse tan rápidamente. Einstein, ya en 1935, se topó con este efecto
misterioso derivado de la mecánica cuántica, y lo tildó de
"fantasmal" (spooky), ya que ampararía fenómenos paranormales hasta
entonces desdeñados por la ciencia, como la telepatía. Einstein concluyó que
debía haber algo radicalmente erróneo en la mecánica cuántica para permitir
llegar a semejantes conclusiones.
Los experimentos
Quienes estimaron la formulación matemática de Bell
increíble, convinieron en que debía tratarse de un mero accidente en el
planteamiento o en el posterior desarrollo de las fórmulas, error que las
privaría de valor experimental. El Dr. John Clauser probó, sin embargo, el
Teorema de Bell en Berkeley, California, de forma experimental. De nuevo
surgieron objeciones. Clauser repitió la prueba, esta vez con controles más
rigurosos, y obtuvo el mismo resultado. Otros científicos repitieron el
experimento, hasta 6 en pocos años, de los cuales 4 corroboraban el teorema.
El 6 de Enero de 1983, la revista New Scientist, de Londres,
dio cuenta de dos experimentos realizados por el Dr. Alain Aspect, del
Instituto de Óptica Teórica de Orsay, localidad cercana a París, que vindicaban
el Teorema de Bell. El experimento de Aspect estableció una conexión cuántica
en una distancia de unos 12 metros. Posteriores experimentos en criptografía
han logrado detectar efectos de conexión cuántica del orden de kilómetros.
Recientemente se ha confirmado el fenómeno mediante un nuevo
experimento realizado por el Dr. Nicolas Gisin de la Universidad de Ginebra. El
Dr. Gisin envió dos fotones en dirección opuesta a través de un canal de fibra
óptica. Una vez que los fotones se encontraron a una distancia de 7 millas
(unos 10 Km.), se toparon cada uno con una lámina de cristal ante la cual sólo
se les permitía las opciones de cruzarla o rebotar. Ambos se vieron forzados a
tomar una decisión entre las dos alternativas igualmente posibles. Puesto que
no es factible la comunicación entre ellos, la física clásica predeciría que
sus decisiones serían independientes. Pero ambos fotones tomaron la misma
decisión. Y en el mismo instante de tiempo, impidiendo cualquier tipo de
comunicación entre ellos, incluso a la velocidad de la luz. Las dos partículas
estaban enlazadas cuánticamente y se comunicaban instantáneamente a pesar de la
separación. El efecto fue repetido con fiabilidad con muchos pares de fotones.
A manera de corolarios al Teorema de Bell
Incluso un paladín de la ciencia "racional" como
Martin Gardner admite el éxito de Bell: "Bell ha demostrado que no existe
ninguna teoría local con variables ocultas que sea consistente con la mecánica
cuántica. Sin embargo, esto deja abierta la posibilidad de que una teoría no
local con variables ocultas resulte ser consistente con la mecánica cuántica.
No hay evidencia, pero su posibilidad lógica permite a Sarfatti y otros
propagarla".
Para Bell y otros físicos como Jack Sarfatti la paradoja EPR
sugiere que la información cuántica puede transferirse instantáneamente desde
una parte del universo a cualquier otra. Y no se violaría la Teoría de la
Relatividad porque lo que se transfiere no es energía sino información.
Bajo el número de patente 771165 de los EE.UU., el Dr. Jack
Sarfatti registró un prototipo de sistema de comunicación más rápido que la
velocidad de la luz. Aducía que mientras que la energía no podía alcanzar la
velocidad de la luz, la información, en base al Teorema de Bell, sí podía.
Posteriormente, en 1982, el Dr. Herbert registró un segundo sistema de
comunicación más rápido que la velocidad de la luz, sistema inspirado también
en el teorema de Bell y tras largas discusiones sobre el particular mantenidas
con el Dr. Sarfatti.
Los fenómenos cuánticos aportan prima facie evidencia de que
la información se extiende de un modo que no corresponde a ideas clásicas. Así
pues, la noción de que la información se transmita supralumínicamente no
resulta, a priori, nada irracional. (Herny P. Slapp, Are Superluminal Connections Necessary? Lawrence
Berkeley Laboratories, Nov. 1976)
Final airoso
Para hacernos una idea de lo que esto significa, démosle al
teorema una imagen antropomórfica. Imaginemos a dos personas, una en Buenos
Aires y la otra en Lisboa. Ambas personas llevan zapatos de color azul. Si
estas personas fuesen fotones del teorema de Bell (o tuvieran entre ellos un
vínculo semejante), en el momento en que el señor de Buenos Aires se cambiase
los zapatos azules por unos marrones, en Lisboa, y simultáneamente, su alter
ego se cambiaría, a su vez, los zapatos marrones por unos azules.
La explicación más excéntrica de la paradoja
Einstein-Podolsky-Rosen se la debemos a Costa de Beauregard, un físico francés:
"La información procedente de la medición de la partícula A viaja hacia
atrás en el tiempo hasta el origen del par de partículas, y luego hacia
adelante en el tiempo hasta la partícula B, llegando allí en el mismo instante
en que ha partido de A". (Si, como Steven Weinberg aduce, la belleza de
una teoría incita a su aceptación, ésta de Costa de Beauregard debería ser
aceptada sin dilación).
Este "prescindir del chovinismo electromagnético",
para utilizar una imagen del profesor Sarfatti (y que Jung denominó
Sincronicidad), significaría para el ortodoxo Sr. Gardner, convertir el mundo
en un inmenso e intrincado espectáculo de títeres, con un Gran Titiritero que
lo decide todo.
No obstante los ataques del Sr. Gardner, Sarfatti no es tan
extremista como quiere darse a entender. En palabras del propio físico:
"Dudo de la existencia de poderes de psicoquinesis y de la transferencia
supraluminal de información. Sin embargo acepto la posibilidad de su
existencia, ya que la mecánica cuántica parece tener sitio para ellas".
No tenemos derecho, desde un punto de vista físico, a negar
a priori la posibilidad de la existencia de la telepatía.
(Einstein en una carta al Dr. Jan Ehrenwald, el 8.7.1946)