Cuando nuestros dos espíritus se alzan firmes,
cara a cara,
silenciosos,
plasmando intimidades,
hasta que la extensión de nuestras alas se quiebra,
lacerando cada recodo,
quemando cada curva.
Entonces
¿qué amargura de la tierra puede opacarnos
sin que en el otro encontremos eterno consuelo?
Piensa que,
escalando alto,
los demás ángeles nos contemplan;
deseando derramar una dorada,
una perfecta melodía
sobre nuestro abismal y querido silencio.
Demoremos nuestros pasos por el mundo, amada mía;
huyendo del humor inestable de la humanidad
que aisla cruelmente a los puros espíritus.
Hagamos juntos un sitio donde permanecer de pie,
donde la felicidad de las horas sea amarnos eternamente,
rodeados por la Oscuridad como única compañía.