La muerte ha sido y será un fenómeno clave en las culturas humanas desde que los primeros hombres observaron como desaparecía el hálito de la vida en sus seres queridos. Ha sido y será por siempre un episodio que marca nuestras consciencias desde el momento mismo del nacimiento, incluida la consciencia universal de toda una raza de seres como los humanos.
En ocasiones, dicen, aquellos que se han ido pueden regresar trayendo consigo una experiencia única que cambia por siempre su forma de aceptar la vida y la muerte. Son las experiencias cercanas a la muerte. Referencias sobre ellas podemos adivinar en textos antiguos como la Biblia o el Libro de los Muertos Tibetano pero fue en los años setenta cuando médicos como la doctora Kubler Ross o el doctor Raymod Moody comenzaron a estudiar el fenómeno de la muerte en profundidad.
A partir de estas investigaciones aquellos defensores de la supervivencia del ser humano tras la muerte del cuerpo encontraron nuevos argumentos a su favor. Con este artículo no pretendemos negar tal posibilidad, tan solo hacer pensar que quizá, lo que ocurre en este tipo de experiencias límite nada tenga que ver con lo que hay al otro lado, sino más bien con algo tan desconocido y maravilloso, pero mucho más cercano: nuestro cerebro.
Estados Alterados de Consciencia (EAC)
Definamos antes de nada lo que es un estado alterado de consciencia siguiendo las características que algunos autores [FAR] dan a la consciencia humana y a las formas que existen de inducir un estado alterado. Así, los estados alterados de consciencia suponen la alteración de las características de la experiencia consciente del ser humano y, por tanto, de sus funciones. No porque dejen de funcionar, sino porque, como cambia la forma en que se ven las cosas subjetivamente, cambia el sentido de todo.
De este modo, podemos ver como un estado alterado de consciencia, una modificación en nuestra sensación de unidad personal, como por ejemplo la personalidad múltiple, o simplemente, si nos alejamos de la vigilia ordinaria, como en el sueño. Los estados alterados serían aquellas situaciones en las que el sujeto actúa en base a percepciones modificadas de la realidad y de sus propias experiencias personales, ya sea en estado de vigilia o fuera de ella.
De las múltiples maneras que existen de inducir estados modificados de consciencia son los cambios de tipo fisiológico los más indicados para explicar el tema que nos ocupa. Está claro que la persona no ingiere ningún tipo de droga, pero sí podría ser que el trastorno que se produce en el cerebro en el momento de la muerte, o de la casi muerte, sí produjera una actividad neuroquímica similar. Además, sabemos que un estado de coma puede perfectamente crear una experiencia de modificación de consciencia, al igual que algunas enfermedades o trastornos fisiológicos. El problema es saber de qué forma actúa el cerebro en estas situaciones, que factores a nivel físico y químico entran en juego, y si, de alguna forma, esta actividad de nuestra máquina cerebral obedece a algún tipo de objetivo. Esta última observación, por extraña que parezca, puede no ser nada descabellada y ahora hablaremos de ello. La Naturaleza es sabia, y es muy posible que en el difícil episodio de la muerte también haya “pensado”.
Alucinaciones cercanas a la muerte.
Una forma ordenada de exponer los puntos de este artículo es basarnos en los estadios que propuso Raymond Moody en su libro Vida después de la vida [MO1] para definir las experiencias cercanas a la muerte.
Comenzamos por la idea de inefabilidad, lo que Moody define como la imposibilidad de explicar con palabras conocidas lo visto y sentido en estas experiencias. No parece especialmente sorprendente que una persona que sufre un estado alterado de consciencia, un estado en el que pueden cambiar los patrones comunes de su percepción tanto interna como, sobre todo, externa, tenga dificultad a la hora de expresar las sensaciones que ha tenido. Como apunta Raymond Moody, el lenguaje esta ciertamente pensado para un estado normal de nuestra consciencia, y aquello que se sale de él tendrá por supuesto un menor número de acepciones especializadas para cada situación.
Otro aspecto es el llamado oír las noticias. Se trata de que la persona supuestamente muerta, al volver es capaz de repetir las conversaciones que ha escuchado en esos momentos en que los demás creían que se había ido. Posiblemente no hablemos de otra cosa que de la posibilidad de que una persona inconsciente procese la información externa a él, de que realice todavía un procesamiento verbal de lo que escucha.
En este sentido un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid realizaron un experimento, aún por publicar, en el que durante tres años controlaron la forma de actuación de una ambulancia del 061. Se trataba de que en las urgencias con pacientes que estuvieran a punto de morir, unos días los enfermeros trataran de animar con sus palabras a los pacientes aunque se encontraran inconscientes, y otros días no dijeran absolutamente nada. El resultado fue que los pacientes del grupo experimental tenían un porcentaje mucho mayor de recuperaciones que los del grupo control. Esto habla de un claro procesamiento verbal de la información a pesar de la inconsciencia. No parece por tanto extraño que las personas puedan recordar en ocasiones lo que se les dijo en aquellos instantes.
La insuficiente explicación de las endorfinas.
En el caso de lo que Moody llama sensaciones de paz y quietud, nos encontramos con la posibilidad, para meternos en temas más neuropsicológicos, de que el sujeto que pasa por la experiencia, sufra de alguna forma un estado de shock traumático que haga producir al cerebro algún tipo de sustancia que provoque estas sensaciones.
Existen algunos estudios que demuestran la implicación de diversos neurotransmisores relacionados con estas sensaciones en el momento de la muerte. Por ejemplo, el Departamento de Biología Celular del Instituto de Investigaciones Biomédicas de México (IIBM) [BIO], ha llevado a cabo en los últimos años, de la mano del Doctor Julio Sotelo, un experimento que realizó con dos grupos de perros, uno de ellos anestesiado. Al inducir paro cardiaco en los dos grupos de animales, los no anestesiados mostraron niveles elevados de endorfinas, mientras que en los otros no ocurría lo mismo.
Para Sotelo, estos hallazgos demuestran que es muy probable que haya mecanismos ancestrales desarrollados en el sistema límbico (área cerebral anatómica de conexión que tiene que ver con la vida emocional) que llevan a cabo la excesiva liberación de estos neuromoduladores, los que pudieran ser responsables directos de las sensaciones de paz y bienestar que relatan los pacientes que sufren experiencias cercanas a la muerte, habiendo así paralelismos entre los sistemas inmune y nervioso. Además, Sotelo no descarta la posibilidad de que actúen en este proceso otras sustancias aún desconocidas.
Estos hallazgos nos empiezan a abrir una idea en la mente, la posibilidad de que, al igual que el ser humano y otras especies animales son capaces de traspasar genéticamente procesos adaptativos que tienen que ver con la supervivencia, como son por ejemplo los miedos preparados a las serpientes, también puede haber desarrollado en su código genético una forma de hacer agradable el paso al otro lado de la vida. No es una idea descabellada si pensamos en las muchas adaptaciones evolutivas que ha sufrido el ser humano a través de milenios y más siendo la muerte un fenómeno tan importante en todas y cada una de las culturas que han poblado la Tierra.
No todas las experiencias cercanas a la muerte son experiencias placenteras y positivas, las hay también que describen episodios angustiosos y agobiantes. Este hecho también es normal en cualquier estado alterado de consciencia. Con el término de mal viaje nos referimos tanto a experiencias inducidas por drogas alucinógenas en las que el sujeto sufre malas sensaciones como a otros estados alternativos, por ejemplo los llamados viajes astrales. Podríamos dedicar un estudio completo a esto último, pero centrándonos en lo que nos ocupa podemos simplemente aportar que en este tipo de experiencias también se pueden producir malos viajes. Si se trata de recorridos por mundos tétricos y oscuros llenos de maldad, o si se trata de imaginaciones de la persona, lo dejamos de lado.
En cuanto a esos otros neurotransmisores implicados en este tipo de experiencias y que completarían la hipótesis neuroquímica, a falta de estudios de laboratorio que lo refrenden, podemos encontrar analogías entre los efectos de algunas drogas alucinógenas y las formas que tienen de actuar en el cerebro dichos neurotransmisores. [CA2] Sabemos cada vez mejor los mecanismos de enfermedades mentales como la esquizofrenia y la implicación de sustancias como la dopamina y la serotonina en sus síntomas positivos, productores de alucinaciones y delirios paranoicos. También conocemos cada vez mejor la gran cantidad de implicaciones que existen entre diversos neurotransmisores como los antes citados, las endorfinas, la noradrenalina o el GABA, ya que el trastorno de uno solo de ellos puede arrastrar la disfunción de todos los demás. Es por esto que el hecho de que algunas drogas alucinógenas, como el LSD o la psilocina presenten a nivel químico un parecido tan grande con la serotonina en su caso, o con la dopamina en el caso de la mezcalina o peyote, nos hace pensar que en el momento de la muerte estas sustancias juegan un papel clave.
Visiones del otro lado.
El túnel es quizá una de las sensaciones más conocidas y repetidas de los relatos de experiencias cercanas a la muerte. También es de los más espectaculares ya que nos sugiere la posibilidad de que ese sea el pasillo que nos transporte a todos alguna vez al otro lado de la vida. Los relatos nos hablan de pasillos oscuros o luminosos por los que suben, bajan o avanzan en alguna otra dirección, a veces jalonados de atributos que los convierten en auténticas espirales. Muchas veces en pos de una luz al fondo de esa oscuridad. El parecido con los efectos de las drogas alucinógenas es casi total, siendo quizá uno de los puntos más claros de esta exposición.
En los experimentos de los investigadores Siegel y Klüver con drogas psicodélicas, dos de los pocos que se hicieron antes de que se prohibiera este tipo de prácticas de laboratorio con seres humanos a mediados de los años setenta, uno de los parámetros perceptivos más repetidos por los sujetos eran las formas en espiral o con forma de túnel, y es también muy común la aparición de esa luz que parece poner fin a la oscuridad. También se pudo ver que los sujetos experimentales creaban con su mente significados a las alucinaciones que experimentaban. Esto parece claro ya que ninguna imagen o interpretación se salía fuera de las experiencias personales de los sujetos. Teniendo en cuenta la situación en la que se encontraban, conscientes de estar sometidos a la acción de sustancias psicoactivas, las creaciones mentales que se formaban recibirían esta influencia. De la misma forma parece claro que en una situación en la que el sujeto es consciente de estar en peligro de muerte, tener una percepción de este tipo puede influir en las supuestas alucinaciones que tal situación vaya a provocar. Los relatos hablan de ángeles de luz, de Jesucristo o de seres espirituales.
Las alucinaciones dependen de las experiencias personales, ya que no son otra cosa que la creación de nuestro propio cerebro, no provienen, parece ser, de ninguna fuente externa. El contenido de todos los relatos de experiencias cercanas a la muerte parecen llevarnos a la misma conclusión, y más teniendo en cuenta los paralelismos tan grandes entre el sustrato más básico de las alucinaciones psicodélicas y las visiones supuestamente extracorporales de la casi muerte como el efecto túnel.
Parece claro entonces que una ilusión es producto único de nuestra imaginación. La imaginación es un concepto bastante difícil de ubicar en nuestro cerebro, al menos hasta ahora. Nuestros días están viendo una avance increíble en las técnicas de prospección de nuestro cerebro. Las modernas técnicas de neuroimagen nos han permitido saber qué es y donde se produce en realidad la imaginación. Las mismas neuronas que procesan y almacenan la información que recibimos del medio son las que se activan a la hora de que nosotros imaginemos. Aparecerá en nuestra imaginación, por tanto, la imagen de algo que hayamos visto previamente o la combinación de rasgos o patrones de cosas que previamente hayan recibido alguna vez nuestros sentidos. Así imaginamos, con las mismas estructuras especializadas en la recepción de estímulos, de sensaciones.
Esto, como decíamos, se ha podido comprobar gracias a técnicas como la TEP, Tomografía por Emisión de Positrones, que han permitido observar a los investigadores que las mismas áreas cerebrales se activan a la hora de percibir y a la hora de imaginar. A lo largo de la historia de la psicología de la percepción se han desarrollado diversos modelos para explicar cómo percibimos las cosas en nuestro cerebro. Ha quedado claro, parece ser que lo que vemos es la interpretación de nuestro cerebro sobre las cosas que nos rodean y no la realidad como tal. Según una de las teorías de la percepción más aceptadas, la de Hubel y Wiesel sobre el análisis de rasgos, la percepción se basa en diversos grupos de neuronas que procesan de forma específica la información que nos llega a través de los sentidos. Así, hay neuronas que se activan ante la presencia de una línea vertical y otras que lo hacen ante la presencia de un círculo. Por tanto nuestro cerebro esta predeterminado para percibir como percibimos y no de otra forma. Llegamos entonces a la conclusión de que nuestro cerebro estará preparado para alucinar así y no de otra forma.
En cuanto al ser luminoso del que hablan los relatos, es posible que se trate simplemente de ese final habitual del túnel en los estados inducidos por drogas. No hace falta repetir que la situación en la que se encuentra el sujeto modificará o al menos influirá en las percepciones subjetivas que éste tenga de lo que ve. El hecho de que ese supuesto ser se comunique con la persona a efectos de preguntarle sobre la vida y la muerte y que se trate de Cristo o de otros seres trascendentes parece parte de este proceso.
Por otro lado, cuando una persona que ha pasado por una experiencia cercana a la muerte expone la sensación de que se sentía fuera del cuerpo y de que podía ver las cosas desde perspectivas diferentes a la de su cuerpo, incluso pudiendo ver su propia figura desde fuera, rápidamente las personas que escuchan tal afirmación comienzan a pensar en el sustrato de realidad del relato que están escuchando. Parece un apoyo importante a la idea de que la persona en verdad ha abandonado su cuerpo en forma de espíritu y de que se dispone a partir al otro lado de la vida. Pues bien, esta sensación es de las más comunes en los estados alterados de consciencia. El propio Moody habla de la posibilidad de alcanzar esta peculiaridad a través del sueño, la meditación, el ayuno o las drogas. Incluso las modernas técnicas de estimulación del cerebro [ROD] a través de implantes de electrodos nos revelan la posibilidad de conseguir esto a través de la estimulación eléctrica del rinencéfalo.
Por tanto, es posible que estemos hablando de una mera interpretación del sujeto de una serie de sucesos que ocurren en su cuerpo en el momento de la muerte, lo cual nos lleva a hablar también de la sensación de flotar que presentan algunos sujetos. Según Raymond Moody, al comienzo de esta experiencia el sujeto suele tener una sensación desagradable de parálisis, por lo que podemos pensar que nos encontramos ante alteraciones del tono muscular que el cerebro interpreta a su manera. La propia cinestesia, o sensación de volar, muchas veces asociada a los túneles psicodélicos y los de la supuesta muerte, parece debida a esto, recordando en gran parte a las sensaciones angustiosas de caída que cualquier persona ha sufrido durante el sueño.
Por tanto, es muy posible que cualquier otra cosa que acompañe a esta experiencia de consciencia alterada, como espíritus guías, cordones de plata o familiares ya fallecidos, pertenezca a la imaginería de la persona, en una especie de amalgama entre sensaciones nuevas, recuerdos y percepciones modificadas.
La madurez ante la vida y la muerte.
Y llegamos a otro de los elementos más espectaculares de las experiencias cercanas a la muerte, la revisión de vida. En algunos casos la persona parece relacionar este suceso con la aparición del ser luminoso. En nuestra opinión esto debe de ser un hecho subjetivo, ya que no tiene porqué ocurrir en ese instante.
Antes hablábamos de la relación de las sensaciones que se producen en la muerte con áreas de nuestro cerebro bastante específicas. De alguna forma es posible que se vean afectados o alterados otros centros nerviosos que tengan relación con la memoria. De hecho en el sistema límbico se hallan algunos centros de este tipo. En los estados modificados de consciencia se producen alteraciones en lo que llamamos el acceso a la memoria, que seguramente también tengan bastante que ver con las alucinaciones de todo tipo cuya base debe de estar en los propios recuerdos. Dejamos de alguna manera de tener control sobre nuestros propios recuerdos, si es que alguna vez lo hemos tenido, o al menos cambian los parámetros que nos hacen recordar una cosa u otra. Por tanto las drogas modifican nuestra memoria, nuestros recuerdos, ¿o no es verdad que bebemos alcohol para olvidar?
Estas revisiones de vida se suelen describir como ver la propia vida en diapositivas, o como en una película de cine, algo también común en los estados inducidos por drogas psicodélicas. Aparecen episodios pasados de la vida de la persona, a veces sintiendo, supuestamente, lo mismo que se sintió entonces o lo que otros sintieron a raíz de nuestras acciones. Puede tratarse por tanto de lo que llamamos trasposición de sensaciones, aplicadas además de a la percepción de colores, o sensaciones táctiles u olfativas, a sensaciones más complejas. Este hecho conecta con otra particularidad de las expuestas por Moody, las nuevas visiones que tiene el sujeto sobre la vida y la muerte tras esta experiencia. Las personas que pasan por estas experiencias suelen perder el miedo a la muerte, volverse más reflexivas y positivas, y tratan de aprovechar mejor cada minuto de su vida. Esto se relaciona con la revisión que se hace de la vida durante la experiencia, y de hecho, parece que ocurre exactamente lo mismo con las drogas alucinógenas. El actor Cary Grant, como cuenta Escohotado [ES1], se sometió a más de sesenta administraciones de LSD como tratamiento psiquiátrico. Al terminar declaró lo siguiente:
“He nacido otra vez. Atravesé una experiencia psiquiátrica que me ha cambiado completamente. Era un ser horrendo, debía hacer frente a cosas sobre mi mismo que nunca admití, cuya existencia desconocía. Ahora se que hice daño a todas las mujeres que me amaron. Era un puro fraude, un terco aburrido, un sabelotodo muy ignorante.” [ES1]
Esto nos habla de que la persona, tanto en las drogas como en las experiencias cercanas a la muerte cambia en su personalidad. Lo que no está tan claro es que realmente cambie por las vivencias que haya tenido durante la experiencia, ya sea psicodélica como de muerte. Es posible que la propia experiencia opere una serie de cambios psicofisiológicos, seguramente inducidos por las sustancias liberadas endógenamente o administradas desde el exterior, que modifiquen sensiblemente la conducta del sujeto.
Esa paz y tranquilidad que se adueña de las personas que han sufrido una experiencia de casi muerte recuerda con fuerza a los movimientos hippies de los años sesenta y setenta. No hace falta recordar que a este movimiento hippie también se le llamó movimiento psicodélico por su relación con las drogas de este tipo, sobre todo el LSD. Además, según el plan general sobre drogas, el LSD es una sustancia de abuso que, entre otras características, presenta la de modificar en este sentido la conducta del sujeto tras un uso prolongado de ésta. [COM] Por tanto, quizá Cary Grant no cambió su forma de ver la vida por darse cuenta de su maldad, sino que se dio cuenta de su maldad por haber cambiado su forma de ver la vida. ¿Ocurre lo mismo con las personas que vivieron cerca de la muerte? Es muy probable que sí.
En este caso parece mucho más complicado encontrar una explicación del tipo de la antes expuesta sobre la adaptación del cerebro en este sentido. Resulta demasiado extraño que nuestro cerebro haya desarrollado un mecanismo que le haga cambiar su personalidad para volverse más sociable en la vida cotidiana o para aprender a amar y a ver el sufrimiento ajenos. Si fuera así sería más práctico que este proceso se llevara a cabo durante el nacimiento o la gestación para lograr así un mundo mejor, por lo que no es probable que el asunto se mueva por semejantes derroteros. Otra cosa es si pensáramos que este proceso le permite al sujeto perder el miedo a la muerte. En las investigaciones de la doctora Kubler-Ross vemos como llega un momento para el sujeto que esta a punto de morir en que se acepta la situación que va a sufrir e incluso tiene curiosidad por experimentarlo. Puede ser también, en definitiva, que el sujeto pierda el miedo a la muerte para evitar mayor sufrimiento. Podríamos incluso discutir sobre los propios cambios naturales que se producen a lo largo de la vida de una persona, pasando de la “inconsciencia” de la juventud a la tranquilidad y sosiego de la madurez y la vejez.
En ocasiones la magia de los fenómenos extraños no radica en buscar sus fuentes fuera de nuestra realidad inmediata, sino en atraerlos hacia donde pueda darles la luz para al fin entenderlos. Es difícil para una persona que vive directamente cualquier fenómeno paranormal encajar aquello que no entiende en el gran álbum de fotos que es nuestra memoria y nuestras experiencias. Es incluso frustrante escuchar a aquellos que no le creen o que intentan darle explicación a algo que no han vivido, pero es labor de la ciencia y de la investigación encontrarles su porqué, saber cómo funcionan sea cual sea su verdad, porque está claro que, en la Naturaleza nada es sobrenatural, simplemente está más allá de la capacidad del ser humano de entenderlos en ese momento de su historia. Tantas y tantas cosas antaño unidas a la magia se han descubierto o se han hecho posibles en los últimos años que creo que es ahora el momento de que hagamos ciencia de todo aquello que, hasta ahora, la ciencia ha rechazado. En nuestras manos está.
Bibliografía.
[ES1] Escohotado, Antonio. Historia de las drogas vols. 1, 2 y 3. Edit. Alianza. Madrid 1989, 1990 y 1992.
[MO1] Moody, R. Vida después de la vida. EDAF. Madrid 1978.
[MO2] Moody, R. Reflexiones sobre vida después de la vida. EDAF. Madrid 1978.
[COM] Comunidad de Madrid, Memoria de la agencia antidroga 1997. Plan nacional sobre drogas.
[CA1] Cano Vindel, A.: Procesos neurocognitivos y emocionales en las drogodependencias. Capítulo 5: “Modificaciones cognitivas mediante el uso de drogas y otras técnicas no farmacológicas” Héctor González Ordi.
[CA2] Cano Vindel, A.: Procesos neurocognitivos y emocionales en las drogodependencias. Capítulo 6: “El cerebro, órgano diana de las drogas” Juan Manuel Muñoz Céspedes e Itziar Itruarrizaga.
[ES2] Escohotado, Antonio. Aprendiendo de las drogas. Usos, abusos, prejuicios y desafíos. Anagrama. Barcelona 1995.
[SIE] Siegel, R.K. y Jarvik, M.E. Hallucinations: Behaviour, experience and theory. Wiley & sons, Inc. Drug-induced hallucinations in animals and man. Pags 81-150.
[BIO] Página web del Departamento de Biología Celular del Instituto de Investigaciones Biomédicas de México (IIBM).
http://www.biomédicas.unam.mx/html/period/oct5.htm
[FAR] Farthing, G.W. The psycollogy of consciousness. Englewood Cliffs, Prentice Hall. New Jersey 1992.
[KLU] Klüver, H. Mescal and mechanisms of hallucinations. University of Chicago Press. Chicago 1966.
[ROD] Rodriguez Delgado, J.M. El control de la mente. Espasa Calpe S.A. 1995.
Publicado originalmente el año 1999 en
http://personal.iddeo.es/hal/enigmas/muerte.htm y www.pleiads.com